Los carguillos, los carguillos, ahora están con el culo encogido los carguillos, los carguillos: gerentes, directores, cosas: los carguillos… La panda concejalera socialistona e izquierdijunti comprándose el traje de los domingos en Modas Mari y los carguillos disimulando los troneros de los calzones con parches de retales y con las propias manos. Rotosos carguillos tras legislaturas llenas de enganchones felices, carguillos raídos tras años de roce y roce y roce, tanto roce, tanta costumbre del carguillo, ese sentir las llaves duras y tibias en el bolsillo junto a los cataplines. Los carguillos, sí, eso, los carguillos. Ahora miran al techo y a las paredes y ven lo ala de mosca que pintan sus gerencias, sus direcciones, sus patronatos, sus cosas, sus asuntos, sus carguillos… Y vienen los días y los minutos de los arrepentimientos, de los sustillos contenidos, de los adioses y las gambas de despedida con el lameculeo carguillín, ¡ay mi gerente, ay mi gerente, qué haremos ahora sin ti, ay mi gerente, ay mi gerente, la mitad de mis habichuelas son tuyas, tómalas, tómalas, tuyas son, mías no! Los carguillos, claro que sí, los carguillos… Yo tenía un carguillo, cúchilo, tan boniquillo. Pequeños concejalillos con sonrisa y sin estampa.