11.2.10

Tres huevos

Aunque sea así un poco a trasmano y porque no tengas otra cosa que hacer, si te pones a pensar en que lo primero que hace un tío (o una tía, cuando toque) que ha sido elegido por el pueblo presidente del Gobierno es irse a vivir a un palacio con la parentela, pues mira, qué quieres, mal empezamos. Y tan ricamente, oye, sin cortarse un pelo. El tío que te ha estado convenciendo de su vocación de servicio público, que te ha prometido el oro, el moro y la mora, que te ha asegurado un futuro mejor y la calidad de vida que mereces como ciudadano de su territorio, pumba, se apropia de un casón que vale tres huevos mantenerlo. ¿Por qué no se queda en su piso? ¿Es que no puede quedarse en su piso? ¿Qué pasa, que un mandatario es menos mandatario porque se quede en su piso, con sus vecinos? Aunque, bueno, lo mismo si el tío se queda en su piso somos los pringaos los primeros en criticarlo, por tonto, por tener ahí un chabolo de lujo a su disposición, de gratis, y pasar de él, vaya un presidente cipotón que nos hemos echado, ¿estará chalao el gachón? No sé, es que de pronto me ha dado por reflexionar sobre eso, y lo peor es que creo que no es ninguna tontería, lo que pasa es que lo vemos normal porque nos hemos acostumbrado y porque somos unos chiribailas, por eso.

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