17.2.10

"Mí no guta"

Siempre que veo la repetitiva escena de los políticos jaenudos arrimados a una mesa y comiendo cachicos de pan con aceite de oliva para hacerse la foto, escudriño sus caras y me pregunto lo mismo: ¿habrá alguno al que no le guste y se vea obligado a estos tragos tan repugnantes, a estos tormentos gastronómicos que le hostigan el paladar, le revuelven el estómago y le sueltan las tripas? Pudiera ser, oye. A los políticos le examinan el carné y lo obediente y sumiso que puede llegar a ser, pero no el paladar ni las incompatibilidades gástricas. Lo que pasa es que a ver quién es el guapo que lo dice o lo demuestra. “No, no, gracias, es que a mí el aceite de oliva no me gusta, por más virgen extra que sea, me sienta mal”. ¡Horror! ¡Traición! ¡Un monstruo, un monstruo, un monstruaco sin conciencia ni dignidad! Así que ahí me lo tienes, al pobre, papeando pringue con el gaznate abovedado y un demonio pegándole voces en todo lo que es el aparato digestivo. Y, lo que es peor, cuestionándose su carrera política, si merece la pena continuar con ella a cambio de estos ascazos que pasa día sí y día también, porque aquí ya se sabe que en cuanto te descuidas te están endilgando “oro líquido” hasta con el Cola-Cao, que vaya emplasto, por dios. Digno de lástima y para mearse de risa sería.

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