16.2.10

¡Agua!

Que digo yo que habrá que seguir hablándoles de usted a los pantanos de la provincia, ¿tú me comprendes lo que te quiero decir? Que habrá que seguir respetándolos pese a lo gordos que están, igual que cuando estaban flacos y nos asustaba pensar en duchas con gaseosa. Que mira que los peñistas de este mundo somos muy descerebrados y en cuanto vemos que algo “sobra” —máxime si se trata de algún producto vital sin el cual sabemos que nos vamos a tomar por retambufa— nos liamos a despilfarrar o a contaminar como cretinos y con un contento en la cara que no es ni normal. La alegría hídrica que nos ha caído y nos cae es riqueza de todos, lotería colectiva, no sólo para sus pimientos y sus caprichos de usted ni para sus basuras venenosas. Creo que no viene mal recordar esto, por si acaso, así que deje usted quieta la pegatina esa que tiene al lado del grifo, que estorbar no estorba, ni descargue la cisterna para que se vaya el papelillo que desea hacer desaparecer de su vida, espérese a jiñar y ya se va todo junto. Y de los grandes despilfarradores, que no quieten ojo las autoridades. Esto de la abundancia tarda en irse lo que en llegar: nada, un momento. Que nos conocemos, nene. Que si nos dejan, volvemos a la rana con cantimplora en un par de años.

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