18.1.10

El mercata

Ya habrán visto ustedes, oh lectores que me siguen apasionadamente y que me dan el coñazo por ahí contándome lo que les gusto o les disgusto —valientes pejigueras—, que desde que no soy del PSOE ni me da de comer Zarrías, marqués de Villamejor, disfruto muchísimo arrastrando por el suelo al Ayuntamiento jaenino, cosa que antes no podía hacer por miedo a quedarme sin protectores. Ahora estoy vendido al PP, de corazón, pero hoy no tengo más remedio que traicionarlo, espero que mi Josenrique sepa perdonármelo y mi Segovia no me lo tenga en cuenta a la hora de las matemáticas correspondientes a mis recompensas ideológicas. Y todo porque el Ayuntamiento este de los rojos esos les va a devolver el dinero de las cuotas de los jueves que ha llovido a los mercaderes del mercata. Eso está muy bien, las cosas como son. Bastante llevan las criaturas sin montar sus puestos ni vender un calcetín por culpa de Florenci Rey, el meteorólogo de Prisa. Seguramente cobrarán cuando Dios se haga musulmán, pero el gesto es loable, aunque no tanto para que ahora perdamos la cabeza y los votemos en las próximas municipales, que tampoco es eso, no exageremos. El mercadillo es Jaén, forma parte del mobiliario urbano de los jueves, y no está mal cuidarlo una chispitilla.

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