31.12.09

Pececitos

Hace ya demasiado tiempo, en una revista para adolescentes incautos que compraba yo en el quiosco de Justa la Asquerosa, leí una frase que, por simple e irrebatible, me iba a dejar marcado para toda la vida. A mí es que las cosas básicas y sin discusión, como por ejemplo el índice Nikkei, siempre me han dado mucho que pensar; qué quieren: intentaron formarme en el “Ramón Calatayud” un hatajo de pazguatos y eso no se puede disimular, es como tener el culo gordo. La frase decía: “Los años son escobas que barren hacia la fosa”. Bonita, sencilla y triste como una novia plana. A partir de aquella lectura no hay Nochevieja que yo no recite la mencionada sentencia tras la última uva. A continuación le doy un beso a mi leproso, el que invito cada año por san Silvestre, quien, emocionado, escupe los cuescos con mucho cuidadito, y seguidamente me voy al váter a llorar y a hacer caca, de manera que empiezo el año sentado en un trono de penas, filosofías y siseos de la cisterna, que no va bien, a ver si así hay forma de secar los estanques con nenúfares y pececitos de colores con los que la vida te engaña y te deja, pececitos a los cuales, todavía, nos sorprendemos acercándonos con miguitas de pan y un ñoñeo intolerable en la forma de poner la boca. Si seremos incorregibles.

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