26.3.09

Exageraciones

Por fin ese tipo de periodismo hace guardia en el lugar más indicado para desarrollar su trabajo: un vertedero de basura. Estarán contentos, lo que se dice en su salsa, aunque, seguramente, no del todo, ya se sabe que la felicidad nunca es completa, entre otras cosas porque no les dejan meter los objetivos entre los desperdicios ni les dan la oportunidad de encontrar ellos en exclusiva los restos buscados o, en su defecto, cualquier envoltorio del caramelo que, posiblemente y sin duda alguna, la chica se comió pocos minutos antes de morir y que un reportero sostendría entre sus dedos con cara de haber rentabilizado con creces sus años de carrera. Y, bueno, la repera del rigor informativo sería llevar a la familia de la muchacha al muladar y preguntarle una y otra vez que cómo se siente mientras, en un inmediato segundo plano, se vieran las máquinas trabajando. No exagero, ya lo saben; eso es lo malo, que no exagero. En esa convención de buitres amarillos que planean alrededor de las antenas, las exageraciones se quedan cortas. Hoy día, unos cuantos han puesto de moda que la noticia sea la no noticia, y si se quedan tan panchos es porque nos lo tragamos como novedad informativa y no les exigimos un poquito de vergüenza profesional. O de la que tengan.

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