2.3.09

El Halley

Que dimita un ministro debería ser motivo de fiesta para la democracia, sí señor. Son curros prestados y nunca está mal devolverlos si la producción no satisface. Y ya si dimite un “alto cargo”, o sea uno de esos “altos cargos” que no llegan a ministros pero tampoco se quedan en funcionarios mondos y lirondos, entonces lo que debería ser es una juerga, con baile y vaquilla y cohetes y mucho vino, lo que pasa es que la dimisión de un “alto cargo” es más rara, eso se da cada no sé cuantísimos años, como el cometa Halley. El ministro de Justicia, cazador furtivo, ha sucumbido a la presión de las escopetazas políticas, la jauría pública y la perdiz o el venado de su conciencia. Me caía bien el Bermejo, pero en fin, qué se le va a hacer. Lo que está claro es que aquella cacería en Torres no ha traído más que desgracias: el juez Garzón ingresado por un ataque de ansiedad, el ministro derrotado y dimitido y el PP satisfecho porque, claro, así las cosas, la investigación sobre la presunta trama corrupta en sus filas va coger fama de maldita y nadie en su sano juicio querrá retomarla cuando, sucesivamente, ministros y jueces y hasta conserjes de juzgados vayan cayendo anulados por un rayo cegador o, ya con mala leche, exterminador. Je je. Más quisieran ellos.

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