30.12.08

Aguafiestas

Cuchi, nene, lo que dice el obispo de Jaén en su última cartica de esas que él manda, tan graciosas, tan amenas y tan bien escritas: que optar por la homosexualidad “envilece y rebaja”. Que el “desarrollo de la afectividad” no es ni mucho menos un asunto privado, dice, y que no hay que hacer puñetero caso a esa “corriente ideológica” que anima a vivir la follisca sin obedecer a la “ley natural y moral”. ¿Será el tío siniestro y aguafiestas? Qué obsesión. Lo mismo me equivoco, pero me da a mí que si la Iglesia se dejara ya de vigilar dónde la mete y lo restriega cada uno y se preocupara un poquitín de reconocer sus culpas, sus errores y sus ridiculeces, el gallo dejaría de cantarles tres veces, las piedras se les volverían esponjas antes de arrojarlas y muchos oculistas de urgencias se ofrecerían desinteresadamente a extraer pajas de ojos ajenos hasta llenar dos sacos. De la viga que se encargue el monaguillo, que está fortote. Pero no, ahí dale que dale a ver con quién se ensucia el alma el ciudadano, con lo lejos que el alma está de la entrepierna, leche. ¿O es que en el cielo de los justos hay alguien encargado de olisquearnos el chasis antes de darnos la túnica, las alas, el arpa y la peluca amarilla? ¿Lo hay? Ves tú, de eso no nos informa el obispo. Cuánta ignorancia.

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