Henchidos de PP y turulaticos de odio contra el socialismo gobernante de José Luis Rodríguez Zapatero, con la mirada mancha y retinta que tienen y ese temblorcillo casi voluptuoso que se les pone en la voz cuando insisten en que el presidente del Gobierno es el amiguete de ETA —con la que más o menos toma café y pacharán y pasa muy buenos ratos de compadreo planeando nuevos crímenes—, hay una ultraderechilla chillona y gaznápira que busca un líder y a lo mejor ya lo tiene y no nos estamos percatando o no queremos: un adalid de las cuentas claras y el chocolate espeso, de las salpicaduras de caca, un modelo con el que el facherío se embobe y babee, puede que incluso un sex-symbol para las señoras de abrigoncho y papada floja, esas señoras que no saben aplaudir, pero que aplauden mucho, tipo público de María del Monte, un protagonista que se goce, que se sepa incendiario, se ame y se arme y que, algún día, se sueñe dirigente predicando doctrinas y graznidos desde lo alto de un cadalso. Ya cada acción de los asesinos de ETA es un botín político que despedazar en la batalla por arrebatárselo a la sociedad, para que la oposición lo utilice. Qué maldita pena, qué mala sangre.
5.12.07
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