Nuestra alcalda Purificación toca mucho, es muy tocona, y a mí me parece que eso está muy bien, que toque, que nos toque, que nos reconozca y nos crea a través del tacto. Yo me he fijado y la veo cómo toca, con qué insistencia y, a veces, con qué amor de madre sociatona, tona, tona. Nuestra alcalda Carmen quiere ser una alcalda cercana y por eso nos impone las manos en los hombros o nos agarra el brazo mientras le contamos nuestras chominás y le exponemos nuestras quejas de contenedores pestosos, señalizaciones deficientes y bordillos mellados. Ella escucha, toca y sonríe, y como tengas una pelusa o un hilacho en el saquito, estate seguro de que te lo quita y lo destierra con toda finura, tras haberlo mirado un instante con la aguda fijeza de los pájaros cuando se disponen a pegarle la picotá a un bicho sabroso. Nuestra alcalda Remedios no consiente, y le duele, que un jaenita vaya por ahí con una pelusa en el saquito, que para eso también ganó unas elecciones, digo yo, para tenernos bien puestos. Y ya ven que no lleva escolta, que a lo mejor es por eso por lo que toca tanto: porque no tiene a nadie que le advierta de las infecciones que acarrea la piel de la plebe.
3.12.07
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