3.12.07

La alcalda que nos toca

Nuestra alcalda Purifi­cación toca mucho, es muy tocona, y a mí me parece que eso está muy bien, que toque, que nos toque, que nos reconozca y nos crea a través del tacto. Yo me he fijado y la veo cómo toca, con qué insistencia y, a veces, con qué amor de madre sociatona, tona, tona. Nuestra alcal­da Carmen quiere ser una alcalda cercana y por eso nos impone las manos en los hombros o nos agarra el brazo mientras le contamos nuestras chominás y le exponemos nuestras quejas de contenedores pestosos, señalizaciones deficientes y bordillos mellados. Ella escucha, toca y sonríe, y como ten­gas una pelusa o un hila­cho en el saquito, estate seguro de que te lo quita y lo destierra con toda finura, tras haberlo mira­do un instante con la aguda fijeza de los pája­ros cuando se disponen a pegarle la picotá a un bicho sabroso. Nuestra alcalda Remedios no consiente, y le duele, que un jaenita vaya por ahí con una pelusa en el sa­quito, que para eso también ganó unas eleccio­nes, digo yo, para tener­nos bien puestos. Y ya ven que no lleva escolta, que a lo mejor es por eso por lo que toca tanto: porque no tiene a nadie que le advierta de las in­fecciones que acarrea la piel de la plebe.

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