No pude asistir el miércoles a la conferencia del tío del tiempo, Florenci Rey, pero me quedo con algo de lo que dijo y que ayer nos reproducía este periódico: No podemos estar todo el día y todo el año climatizados a 22 grados. Es bueno pasar frío y también pasar calor. Ahí, ahí. Porque lo que está ocurriendo, y esto ya lo digo yo, es que esta sociedad del bienestar que nos inventamos y nos procuramos para parecer más dignos ante los ojos del de enfrente, que es un fatigas, ha llegado a negar el transcurso natural de las estaciones, que, así a lo tonto, son un dato más y bastante fiable de que seguimos vivos. Desde que es noticia en los medios el hecho de que en verano haga calor y en invierno frío —asombrosos acontecimientos que incluso abren en portada los telediarios, mira tú que la pamplina—, la climatología de toda la vida se ha convertido en un enemigo cruel y hartizo que a lo mejor antes no existía y que probablemente han fabricado los de Greenpeace para putearnos. De ahí los aparatos de aire acondicionado, que son las armas combativas del capitalismo, una cosa que ni suda ni tirita, toma castaña. Razonar esto está muy bien; lo malo es que ya no lo para nadie y al final reventamos. Fijo.
30.11.07
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