14.12.07

Pobres de diciembre

Como canta Serrat: Disculpe el señor, pero no dejan de llegar pobres al recibidor... Pobres de solemnidad tras la gélida aceituna cruda que se comió Fishler, aunque ellos, los pobres, no lo sepan. Son los pobres de diciembre, bienvenidos hasta que sobran, malhallados mientras permanezcan, bienaventurados cuando se van con la pobreza a otra parte, sin música. Por Navidad, Jaén se viste de luces y de pobres. Luces de cristal, pobres de cartón. La oliva es un tesoro mitológico que atrae a los pobres, que se alimenta de pobres que apenas pueden alimentarse. Aquí le rezamos a la oliva todas las noches dos padrenuestros y, por las mañanas, un avemaría, y le erigimos templos llamados “Tierras del Olivo”, en los que recibimos a reyes, pero no a los pobres. En esos pabellones se debe estar tan calentito, y son tan amplios... Por curiosidad, ¿cuántos pobres cabrían? Voluntarios adecentan el viejo y húmedo y antiguo y triste Centro Municipal de Acogida de Transeúntes para seguir almacenando pobres. “Esto no se calienta ni con estufas”, gime uno de ellos. Brindo por los voluntarios; no cualquiera se pasa horas fregoteando y montando camas gratis para un pobre, ni para dos, ni para diez, ni para mil.

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