31.3.10

Romanos

Qué malos son los soldados romanos, los soldados romanos son más malos que ná. Yo no sé por qué los dejan ir en las procesiones, con lo malos que son, que mataron al Señor y en vez de agua le dieron vinagre, cuidao qué mala leche, oye. Yo cuando los veo me da mucho coraje. ¡Malos, malos!, me gustaría gritarles, pero me callo porque tengo educación. Ahí con sus plumas y con sus lanzas, haciéndose los chulos. Seguro que cuando se encierra la procesión, o antes, se van por ahí de francachela para celebrar el calvario del Señor, seguro. Yo les pegaría. ¿Usted no, usted no les pegaría? Yo sí, yo les pegaría. Los soldados romanos no deberían existir. Y ahora menos. Antes eran más ridículos, llevaban en el casco un cepillo de barrer y las lanzas se veía que eran de Furnieles, de manera que, un poquillo, en el pecado tenían la penitencia, los chiquillos se reían de ellos y las abuelonchas manoteaban con chufla a su paso y después se ponían bien la falda. Pero ahora van demasiado altivos. Esta es la poesía sacada de mi cabeza que les dedico: Los soldados romanos / ay qué malos que son / son más malos que un grano / y que la carne de pescuezo. La poesía no tiene por qué rimar, así que no me critiquen, que por lo menos le he echado valor y la he escrito, pese a las consecuencias.

1 comentario:

RaRo dijo...

y quién te dice ná, hombre!?
pues yo conozco a uno que va de bueno y que intentó darle vinagre a otro (que iba un poco pedo, pero esa es razón?). Esas cosas no se olvidan, sobre todo porque el que va de bueno puede olvidarlo pero a mí no se me olvida, cualquier día lo meto en un relato y lo hago tragar todo el vinagre