30.3.10

Mantillas

Qué guapísimas van las de mantilla, las de mantilla van más guapísimas que ná. Son palomas, son ninfas, son sílfides, son españolas. A su belleza contribuye el recato que hoy contemplan, y no como antes, que entre minifaldas y escotes aquello parecía un desfile de vedettes, qué poquísima vergüenza y cómo sufría la Virgen ante tanta grosería y falta de respeto, no me quiero ni acordar. Ramillete de majestuosa devoción son las de mantilla. Con su vela. Voy a dedicarles una poesía a las de mantilla: Oh las de mantilla / qué bonicas que son / me gustan más que la tortilla / y me gustan más que el jamón. Hale, ya está. La poesía ha sido así, a vuelapluma, y me la he sacado yo de mi cabeza. Sin las de mantilla, las procesiones de Semana Santa no serían igual. Serían demasiado machas, demasiado hombrunas las procesiones, con esos tamborazos y esos hermanos cofrades tan fornidos. Las de mantilla añaden su toque femenino con el primor y la fe que depositan a su paso por las calles de nuestro Jaén. Sus caritas de porcelana causan el arrobo general y hasta el silbido de algún pillín al que Dios perdona enseguida. A mí se me ensancha el corazón cuando las veo de venir: son nuestras madres, son nuestras tías, son nuestras novias respetadas hasta llegar al altar. ¿Sabes?

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