28.1.10

Picadillo

No le había visto uno la cara más horrenda y verdadera a la crisis hasta que se ha enterado de un hecho escalofriante que en Jaén se está dando diariamente desde hace meses; no era uno plenamente consciente, no, de la realidad catastrófica que tenemos encima y debajo y a los lados hasta haber sido sacudido por un dato demoledor, por una evidencia de fehaciente descarnadura, por el síntoma definitivo de la enfermedad económica que nos tiene postrados en el lecho tieso del susto y la prudencia y el ahorro, con la escupidera en la cabeza y un tic-tac monocorde de corazón Seyko. Y es que cada vez son más los funcionarios de esta ciudad de funcionarios que, en vez de ir a las cafeterías a desayunar durante la hora y cuarto que está mandada, se van a una confitería, se compran una empanadilla de atún o una palmera o dos donuts y regresan a sus centros de trabajo para mojarlos en el café de la máquina. ¡Dios misericordioso! ¿Dónde la tostada de aceite y tomate y picadillo de jamón y queso, dónde el zumo de naranja colado, dónde el capuchino que deja bigote chistoso, dónde el periódico a estudiar, dónde las confidencias con Chari, esa compañera buenorra? Y sobre todo, si esto sigue así, ¿tendremos que asistir a la tragedia última de que salgan desayunados de casa?

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