7.1.10

Paracetamol

El Camarín con goteras y el edificio de la cofradía del Abuelo desmoronándose. Yo no digo nada, que luego quieren pegarme en los bares en el nombre de Jesucristo. Lo mejor es callarnos e ir recogiendo el espumillón y la fe y tirarlo todo a la basura, que la Navidad que viene ya compraremos más. Lluvia y crisis, tascas llenas. Y qué muslacos traen las pavas que viven fuera, oye, es una cosa digna de ver. Así no puede uno concentrarse en el villancico. Ayer vinieron a mi casa dos testigas de Jehová viejunas y les dije que su religión es una patraña y que la que vale es la mía, después les di anís y nos pusimos los tres piripis y hablamos de las transfusiones de sangre y de whisky bueno. Resultaron simpáticas, no me robaron ni sufrieron pérdidas de orina en mi sofá. Qué gracia los vecinos de Muñoz Grandes que no quieren discoteca en sus bajos, gracia porque todavía dicen “sala de fiestas”, qué horror, eso es más antiguo que el hilo negro, a mí me parece muy bien que se nieguen, pero es que lo de “sala de fiestas” es como lo de “mover el esqueleto”, una cosa muy cutre que ya no dice nadie. Ay, es que no me centro, no cojo hilo hoy, son ya demasiadas juergas celebrando el nacimiento del Niño, ¿me habré quedado tonto? Más quisieran algunos. Viva el paracetamol.

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