28.12.09

Óvalos

Cuando el viento por diciembre tira la aceituna al suelo los señoritos de la pringue brindan blasfemias a sus dioses con un vino plácido en la mano. ¡Toma frase, y sin una coma, que no ha hecho falta! Voy a intentar otra de parecido jaez y mucho sentimiento agropecuario. Muertecita de oro la aceituna abatida es un reniego bastardo de la madraca olivosa. Así, así deberían hablar los terratenientes y dejarse ya de tanto pedir subvenciones y ayudas. La subvención, la ayuda, contribuye a la muerte de la retórica, eso todo el mundo lo sabe, pero nadie hace nada por evitarlo. El cooperativista no debería dejar de entrar a la cooperativa diciendo cosas como: Frutos de parto aguantado traigo en serón de los tiempos, sangre en óvalos maltratados vuelco en prensas y progresos, y que, en vez de “bueno, hombre, bueno”, al punto le respondan: Danos tu dote ancestral, hija de siglos de espera, nieta de tus quebrantos futuros, y sosiégate las manos en fuentes de codicia merecida. Pero seguramente estos diálogos pasarán a formar parte del vuelo del olvido, del melenchón aplastado, qué pena, en verdad. Porque donde se ponga un soles de tierra temprana me abocarán a la razón verdadera del día que se quite un hasta mañana, Paco, las cosas como son, dónde va a parar.

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