16.11.09

Play Station

Cuando no estamos muy seguros del lugar que le corresponde a un recuerdo, si en las letrinas de la memoria o en el altar del olvido, lo mejor es que pasemos del tema y llamemos a una cuñada guapa y desparpaja para echar unos copazos y cenar un kebab. ¿Y por qué te estaba yo diciendo esto? Ah, sí: que digo que el rencor no es bueno si no se masca, así que, si no lo vas a mascar porque te da asco, escúpelo en la bacinilla de los lloros y vístete de pollopera para empezar de nuevo desde el viejo que eres y también desde el tierno niño que te golpea en los muslos con el canto de la caja de una Play Station III o IV, ignoro por dónde va ya eso ni si se escribe con números romanos ni si se enchufa a la luz. No sé si me estás entendiendo, lo mismo no. A ver, un ejemplo práctico: cierra los ojos y camina con toda la seguridad de la que seas capaz hacia esa maraña de cables de alta tensión tan simpáticos. ¿Sí? Bien, hasta luego. A una tía mía sus hijas le probaban la mortaja en vida todos los meses y lloraba mucho y decía que mis primas eran unas pajarracas; cuando mis primas se aburrieron de hacerlo, mi tía siguió probándose la mortaja todos los meses y le llamaba pajarraca a la perra que tenía. Mi tía no estaba loca, lo que le pasaba es que era muy humana, la pobre.

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