10.11.09

¡Me alegro!

A pesar de todo, a veces, a Manuel Fraga dan ganas de cogerle los pellejudos mofletes y hacerle “aaayyy”, porque en mitad del huracán, o del cruce de tiros, debajo del bombardeo, él está sentado en su butaca pasando de todo y mirando a la gente muy fijo a ver ese quién leche es y a ver el otro qué demonios dice. Mientras que todos o casi todos en el PP se esfuerzan y se estiran y aprietan el culo y se muerden la lengua para mantener el tipo, el abuelaco empieza a soltar por su boca y se la pela muchísimo el qué dirán, él ya no tiene años para andarse con tonterías y si hay que sentar de culo al pepero moscón y porculero aquel que tan bien y tan cuadradito ha quedado en sus propias y elaboradas declaraciones, pues lo sienta y se acabó. Y si protesta, lo mismo hasta se lleva un tozolón, por cipote, por faltarle al respeto a sus mayores y contestar cuando no debe. Fraga es el viejo ese que se encuentra con un amigo y cuando éste termina de contarle sus penas –la esposa ingresada, el hijo drogadicto, la pensión ridícula, su reuma insoportable– le sacude dos palmotazos en el hombro y le dice: “¡Bueno, hombre, bueno, me alegro!”. Una de dos: o es no se entera de nada o es que se entera de todo, pero le importa un pimiento. Yo es que me río mucho con el franquista ese.

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