11.6.08

Yo soy Bea

¿Y si hubiera sido al contrario? ¿Eh? ¿Y si, en vez de un callo malayo que se transforma en tía buenorra, una tía buenorra se hubiese convertido en un callo malayo? ¿Se habría batido ese récord de audiencia televisiva, con más de ocho millones de espectadores pendientes de la transformación de la cipota esa? A ver, reconozco que mi pensamiento y las interrogantes que me surgen son cada vez más hondos y complejos, pero no me resisto a trasladárselos a ustedes, mis lectores, aunque me gane su incomprensión y con ello logre que se sientan inferiores intelectualmente al gran nivel de mi firma de “imbécil” aguileriano. De momento, lo que ya sabemos es que a España le sigue poniendo el patito feo, el gusano que se amariposa y la cenicienta proletaria que arrima el potorro a la familia real del villorrio: de cómo, con una caca de físico, alguien pasa a ser una persona completa, un ser humano más digno, menos asqueroso, en aras del amor, el triunfo, la felicidad y esas pamplinas tan bonitas y envidiadas, con lo práctico que es emborracharse un lunes y estar toda la semana hecho canela, hombre. Este es un país (todas las edades y estratos sociales) de chonis y de yosuas recocidos en la frustración y la esperanza. Mala mezcla.

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