28.5.08

Donde habita el olvido

Ayer, mientras practicaba con mi Inmamolinos una de nuestras acostumbradas transfusiones de oídos a través de su cacharrico de mp3 —compartimento que nos desenturbia la cabeza y nos encharca el corazón—, se me despegó un momento la atención de lo que Sabina nos contaba con su voz de ginebra hervida y se me pegó a un titular de la página 22 de un JAEN abierto sobre la barra y mojado de cervezaca: dos meses después, la mujer aparecida muerta en un olivar del Puente del Obispo sigue sin ser identificada ni reclamada por nadie. Y como anda uno últimamente un poco pensador y existencialista —tal vez demasiado pensador y existencialista para lo que merece la pena pensar y existir, cago’ntó—, mientras don Joaquín se me acoplaba vía oreja derecha a la lectura de la noticia con aquello de y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido…, me dí al runrún metálico de un desaliento entusiasmado y atiné a determinar que hay una muerte doble para los más estrellados contra la desgracia, maldita sea: la que te deja sin sangre y, además, sin esquela, sin tierra, sin un suspiro y con un encogimiento global de hombros y de ceños a los que no les importas una mierda. Qué mal rato.

1 comentario:

Anónimo dijo...

DONDE HABITE EL OLVIDO

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.



Luis Cernuda