18.2.08

Anaconda

Así que ya lo saben: pongan de patitas en la calle a su cocodrilo o a su caimán, a su pitón, a su piraña, a su anaconda, a su tarántula…, que está prohibida la convivencia con ellos en casa, que aquí no hay pareja de hecho ni cuarteto de provecho que valga, que eso es un asco y una aberración. Permítanles irse con lo puesto, más que nada por aquello de la caridad cristiana y el decoro, o si acaso con una maletita o un atillo colgado de un palo, más que nada por aquello de la estética de la marcha y el abandono, que siempre queda bonito y la mar de sentimental. Adiós, anaconda, adiós, es tan largo el olvido, hija de mis entrañas… Cómo te enrollaban de bien. De paso, si hay que sacar animales potencialmente peligrosos de casa, arreando con el cafre de tu marío, que lo aguante la otra y le ponga el bozal; a tomar viento la vacaburra pedorra esa que te encuentras todos los días en la salita, eructando y riéndose de las cosas de Juanimedio. Pero si la norma de la Junta respecto a mascotas chungas debe alegrarnos es sobre todo por esos perrazos de corte asesino y merecida mala fama que sus dueños, a veces de peor talante, sacan a comerse el mundo y a algún chiquillo, si se tercia. A esos, inyección letal, ni pollas.

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