Dice la calle, que es muy sabia: “Cucha el Castillo, nene; si parece un puticlub”. Puticlub Santa Catalina: moras, cristianas y chicholinas; cerveza, combinados y Fino La Ina; te sedan el ánimo y te avivan la cho… la chola, que de tanto pensar en vencer la tentación baja mucho, Josefina. Y suda. Qué gracioso y qué bonito es llamarse Josefina, a mí me gustaría una barbaridad llamarme Josefina, pero no pudo ser. “Cucha el Castillo, nene; si parece un puticlub, ¿a que parece un puticlub?”. Romería nocherniega de la luz villancica, al bacalao más que a la sardina, cerro de los pecados nuestros, ojo alto con pestañas de follaje y pitarras de litronas, la cruz se retira de su vera y le guarda el aire, como debe ser, cruz pudorosa y mirona, más sola que un perro muerto, claro está, y más tiesa que un orgullo fingido. “¿No has visto el Castillo, nene, que parece un puticlub?”. Jaén no es Málaga ni Sevilla ni Cádiz, pero tiene su retranca y donde los cursis ven magia y fantasía, otros ven un puticlub, quieren ver un puticlub. Jaén es muy de puticlub. Yo rara es la vez que no veo a Jaén entero en el puticlub, cuando la tarde languidece y renacen las sombras, muy serio, muy bien vestido y tragando saliva, haciendo cuentas.
26.12.07
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