No te fíes, porque, después de la comida navideña de empresa, tu jefe seguirá siendo el mismo tiparraco aborrecible de siempre. Los jefes, todos, sin distinción, incluso ese tan bueno y tan cabal, el hombre, siempre son los mismos tiparracos aborrecibles de siempre. No te fíes. Ríele un poquito las gracias si no tienes los suficientes arrestos para ponerle cara de palo, pero, por dios, quédate en eso, no te fíes, no te arrastres, gusano. Él no te está invitando a comer, te está echando unas migajas para disfrutar viendo cómo lames el suelo a gatas antes de que puedas quedarte a solas con tus langostinos domésticos en Nochebuena, esos langostinos de los que él está convencido de que son de su propiedad, como tu sangre y tu horario, como tu tiempo y tu vida, como tu alma a medio contratar. Míralo fijamente durante la comida, asiente a sus tonterías, a sus coñazos, a sus babas, come tú con corrección y no pares de desearle que se le atragante la pelota de bistec que no deja de rumiar como el cabrito de postín que es. Imagínatelo en el suelo, pataleando, y a todos los empleados abanicándolo con las nóminas como único socorro. No te fíes. Nunca te fíes. Con el espíritu de la Navidad él se limpia el ojete.
19.12.07
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1 comentario:
Jesús: Enhorabuena por tu primer premio en Monegros y, ante todo, enhorabuena por poder dedicarte a la literatura. Me ha encantado el MÍRALO FIJAMENTE. No puedo estar más de acuerdo con lo que expones. Otro tanto podría decirse de las invitaciones a bodorrios y catetadas de ricos por un día. Iré visitando tu página. Un saludo muy cordial y amistosamente envidioso desde Zaragoza, Mª. Victoria (una que escribe de vez en cuando, sin libro, ni blog y que también participa en concursos pero no tan majos como el de Monegros)
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