12.12.07

Juzgado de lo Penal

Leche y releches: un arzobispo, el de Graná, condenado por un juez de carne y hueso a pagarle casi cuatro mil euros al cura que lo denunció por coacciones e injurias. Toma ya, dale que dale, arsa que arsa, viva la Pepa, mira que mira, funfunfún. Que si me entiendes. Estas cosas le hacen a uno ir frenando en el concepto tan momificantemente viejo que tiene de la sociedad que llamamos actual. Un arzobispo en el banquillo, cucha tú qué cosa más moderna, más igualitaria y más edificante. Que no decaiga, a ver si ahora nos vamos a dejar llevar por los remordimientos y las supersticiones y se acaba lo bueno, o sea lo justo. Al derecho canónico, que suena tan bovedano, se le ha quedado un hilito de voz frente a los derechos constitucionales que el titular del Juzgado de lo Penal número de 5 de Granada, Miguel Ángel Torres, mi héroe más reciente, ha aplicado contra varios siglos de mitras duras y hostias hechizadas. ¡Inquisición! El canto gregoriano de los dogmas y las infabilidades sagradas se ha visto ahogado en la capital alhámbrica por una musiquilla de hoy, la que nos pone a todos a bailar sin distinción, incluso a la más fea. Al juez lo castigará el Señor, claro, pero se lleva un arzobispo por delante.

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