28.12.07

Inocentes de hoy

Que hablen los inocentes, si es que pueden, si es que les dejan, si es que quieren, si es que no los asesina un Herodes moderno, un Herodes trajeado, un Herodes pillastre, rico y respetable. Que griten los inocentes, sin mordaza y con tranquilidad. Los chillidos tranquilos hacen mucha pupa, habría que ensayarlos más en la intimidad de nuestros hogares, habría que practicarlos cada dos por tres, incluso sin ton ni son, a la buena Miguel. Los periódicos ya no publican inocentadas porque quedan muy pocos inocentes y, los que quedan, no han salido del armario de formica y sin apenas perchas de las que pensaban colgarse como trajes planchados, ahítos de suavizante y sin pelusa de maldad en los bolsillos. Un día conoces a un inocente y, a los tres segundos de mirarlo, se te vuelve mordaz, cáustico, descreído. Herodes no fue un niñicida, fue un Hitler con sotanaca y tunicorra (ay, el cine) que sospechaba que, algún día, los inocentes se le subirían a la chepa, a su chepa y a la de la globalización esa que nos cuentan y nos cantan los fascistas de Internet. La inocencia es un defecto que se carga la edad, no hay nada más aberrante que un chiquillo resabiado, avisado, a la defensiva. Eso lo sabía Herodes, el tío.

No hay comentarios: