12.12.06

Ojalá hubiese Infierno

Desnudaban a la niña, le ataban las manos y la echaban con una jauría de perros en celo amaestrados para violar a seres humanos. Qué bonicos los pinochetistas llorando a la puerta del hospital en el que se había muerto el benefactor de su patria. Las mejores zonas para recibir descargas eléctricas son los pezones y los testículos, también los dientes; la picana era un aparato de culto para los golpistas chilenos de 1973 y parece ser que en países como Argentina no está completamente extinguido. Bondadosa y paradójicamente, el ex dictador ha muerto del corazón, sin condena y sin rabiar, solo y pidiendo agua, que hubiera sido la justicia divina esa de la que tanto cascan los ilusos. No hay justicia divina. No hay nada más que honores para enterrar su carroña de viejo asesino, de serpiente con gorra y gafas de sol, las cuales, según él mismo, se las ponía para que no se le vieran las mentiras. Ojalá hubiese Infierno, pobre Satán. Ni siquiera las manos machacadas a culatazos de Víctor Jara podrán estrangular al tirano en el otro mundo, pues siguen rotas y, además, no existe el otro mundo, o sea que nos quedamos como estamos. Queda la ilusión de que ahora la casque el de Cuba, eso sí. Vamos a ello.

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