11.4.06

¡Ay mi Inma, ay mi Inma!

Ay mi Inma, la Solar, que no se va, que me la echan. Ay mi Inma, la Solar, tan discreta y erguida, alejándose en silencio del campo de batalla, de una playa de sangres, la pena en la garganta y el orgullo en los ojazos, rictus irónico en los labios, pasito a paso, sin mirar atrás. Ay mi Inma, la Solar, cuánto PP roto en la conciencia, cuánta risa loca en el recuerdo y qué pedazo de Moya en su corazón destrozado. Solar, mi Inma: desde los jóvenes pepitos a la secretaría provincial, y ahora el destierro, ¿qué mala palabra le dijiste o inoportuno gesto le hiciste a ese rey chiquillo tan bien peinado, Josenrique? Él te decía ven y tú lo dejabas todo, incluso el Ayuntamiento: era tu arrobo y tu veneración, tu modelo y tu idolatría, ¿qué malos hados y peores alientos os han situado en el luctuoso papel de vencedor y vencida, de prescindible y sumo hacedor? Ningún PP tan vistoso como el de mi Inma cuando le ponían delante los micros y ella, así como de recién levantada, sabía cómo tratarlos. Qué aburrición ahora. Un día os vi de rivales por la Alcaldía a la fría Peñalver, a mi musa la Nieto y a ti, mi Inma, ahí las tres a la gresca matriarca. Y de pronto un manotazo, un golpe helado...

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