1.3.06

Células madre de la monarquía

Ahora que sabemos que los Príncipes de Asturias han mandado un poquito de los Borbones a Tucson, en la Arizona de los Estados Unidos del Bush, no quisiera estar en el pellejo moral de los monárquicos católicos que huelen el pecado de soberbia contra el grandísimo Creador en el tejemaneje científico que no se limita a elaborar boticas y cataplasmas para ir tirando con nuestros males. Aunque, bueno, tal vez no lo consideren tan aberrante si se trata de doña Leonorcilla (permítaseme el diminutivo a una recién nacida), futura reina de España gracias a la misma sangre que le han congelado en un bote los del Cord Blood Registry a fin de remediar a la niña si, dios no lo quiera, empachuchase gravemente. Para mi gusto, lo que han hecho la Letizia y el Felipe es una de las cosas más razonables y hasta sanas que pueden darse en las monarquías del siglo XXI, esto es, comportarse como seres humanos que se preocupan por sus hijos y utilizar los nuevos avances médicos. Incluso estoy dispuesto a olvidar que lo paguen con el mismo dinero público que utilizan para comprarse el pan Bimbo, irse de veraneo, vestirse y —quién sabe, tampoco estaría del todo mal— echar unos cartoncicos de bingo.

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