6.1.06

Monólogo al alba del 6 de enero

Que yo no quiero Reyes, madre, que yo me conformo con que dos ángeles no necesariamente rubios ni bellos vengan a despegarme los ojos y a espantarme las moscas que me visitan la putrefacción del día. ¿No oyes, madre, el griterío violeta de los manicomios? Es que se están riendo, madre, disfrazados con barbas, coronas de bronce herrumbroso y pieles de astracán; se mofan unos de otros, se dan de hostiones amistosos y se lamen las verrugas pensativos, a falta de mejor refrigerio, desnudos y mármoles, locos de alarido, lascivos y medio muertos de frío. Dile a los Reyes que pasen de largo, madre, de mi casa y de mi calle, de tu hijo canalla y de nuestra desesperación tan devota, que aún les queda mucha mañana en el aguardiente de los señoritos y en las peladillas de las prostitutas. Aquí no, madre, aquí que no entren los Reyes: despertarían a padre y tendríamos una desgracia como la del año pasado con el Ratoncito Pérez de la nenilla muerta, ¿te acuerdas, madre, de la nenilla muerta? Tú háblame, madre, o cántame nanas hasta que el sollozo te venza y a mí me duerma, que si los Reyes oyen llorar y dormir no se les ocurrirá entrar a esta casa sin suelos. Y dame ese cuchillo, madre.

1 comentario:

Sir Alsen Bert dijo...

Estoy esperando que publiques el de Peragón-Peragón. Qué mágico te ha salido, cabroncete. Y por cierto, qué bien me ha sentado el café vespertino de hoy, leches.
Enhorabuena.