25.1.06

Mi estreno como delincuente

Aquí donde me ven, sin ánimo de darme demasiada importancia, ya he tenido el honor y la satisfacción de ser delatado al personal de seguridad de una estación de Renfe por fumar en andén techado. El delator fue un abuelo acusica que, tras mirarme con mucho crimen en sus pupilas pochas, se lanzó derecho al segurata y no dudó en señalarme con el dedo, como si en vez de estar fumando anduviese metiendo bombas en los vagones o algo peor. Menos mal que el segurata, que debía ser fumador, se limitó a pedirme amablemente que apagara el plajo y no movilizó a las fuerzas de orden público, que a lo mejor era lo que el abuelaco chinchoso ese hubiera querido, maldita sea la leche que mamó. De manera que uno ya ha sufrido en las propias y hermosas carnes el puritanismo que viene, que crece y se descara amparado por una ley que pronto traerá otras, las cuales, no lo duden, seguirán disparando dedos acusadores contra los nuevos delincuentes que las leyes crean. ¿Sabían que en los bonitos EE.UU. es mejor no acariciarle cariñosamente la cabeza a un niño porque te pueden acusar de pedofilia? Cuando lo prudente sería no hacerlo, no vaya a ser que el zagalillo saque una pistola y te fría a tiros.

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