28.11.05

Y se fueron los rumanos

Los echaron de La Vestida y los rumanos, sin protestar, recogieron sus bártulos y se fueron a rumanear por ahí con sus cochazos y sus caravanas. ¿A dónde iréis, rumanos?, se preguntaban los munipas. ¿Dueños de qué, rumanos? Son curiosos los rumanos, y algunos muy puñeteros, las cosas como son. Los que mendigan nos trajeron unas formas de mendigar la mar de originales y versátiles. Ellos se inventaron a Javier, un niño con leucemia para cuya operación en el extranjero recogían fondos, y nos lo hacían saber mediante papelitos que te dejaban entre la caña y la tapa de atún, para darte el día. Creo que Javier todavía está vivo, por suerte, porque de esto hace ya años, aún no lo han operado y de vez en cuando te lo recuerdan. “Jopé con Javier —le dije un día a uno—, si ya es para que estuviese criando malvas”, y qué risa más sana le dio al colega. Ellos inventaron también ese pintoresquismo de pega que consiste en meter un radiocaset dentro de una cajeta que simula ser organillo para pasearse por las terrazas dándole a la manivela. Ay, rumanos. Tan diferentes, por ejemplo, al mendigo simpaticón que en la calle Pescadería te pide algo suelto porque ya es la hora de la cervecita.

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