17.10.05

"¿Qué te vas, de cumbre?"

Una cumbre es una cosa que sirve para que un hatajo de enchaquetados se pongan púos de comer, de beber y quizá también de lo que si me entiendes. Yo no sé por qué llamarán “cumbre” a algo que ni encumbra ni corona ni resuelve ni es el final de nada, sino la mera repetición de una idiotez y de una costumbre hipócrita, la gran farsa institucional a niveles internacionales, y ahora con reyes de por medio. En las cumbres, hasta que se terminan de reconocer todos, entre discursos, foticos oficiales, desayunos de trabajo, entrevistas previas, visitas, recorridos y descorrimientos de cortinillas que descubren placas tan solemnes como inútiles (otro trasto más para que le quite el polvo la señora de la limpieza), les pueden dar los hornazos, lo cual nunca les vendría mal a los cumbreros, porque ya digo que a lo que van es a comer y a hacer turismo de gorra. “¿Qué te vas, de cumbre? Laírgen, nene, no sabes tú ni ná. Tráeme algo, aunque sea lotería”. Luego está lo del justo reparto de la riqueza, el respeto al medio ambiente, la erradicación del hambre, la abolición de las esclavitudes, el perdón de los pecados y todas esas tonterías que no les aportan nada a los mandatarios y que, sobre todo, no les dan un duro, de manera que esos asuntos se abordan rapidito, se dice lo de siempre y, para eso de las diez o diez y media, ya están cenando langostinos y algún chocho de postre, los dulcísimos y duros chochos de Salamanca, tan ricos y tradicionales, que mira tú qué pena que haya tenido que ser en una ciudad tan preciosa donde se reúnan los barandas de la XV Cumbre Iberoamericana, habiendo otras más feas que, si se ensucian, pues no pasa nada.

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