25.10.05

El cuento de los tres pollitos

Cuando por fin la gripe aviar no deje un solo ser humano sobre el planeta, la Historia la escribirán los pollos con el pico y, a través de ella, se vanagloriarán de su Imperio Pollastre, alcanzado a fuerza de mirar mansico, defecar abundante, piar con ganas y dejarse papear al ajillo. Los pollos, sí, podrán con la Humanidad y con sus banderas y se comerán el relleno de los sillones de los palacios de justicia y de las residencias oficiales. Estábamos pendientes de Bush, de Sadam y de Bin Laden y descuidábamos al pollo; nos preocupaba el sida, el efecto invernadero y las radiaciones mortíferas mientras nos despreocupábamos del pollo; las guerras feroces, los genocidios, las armas químicas y la amenaza coránica nos tenían tan acojonados que no nos percatábamos de que, a nuestras espaldas, un pollo se reía por lo bajini y con muy mala leche. No sólo no hay que subestimar al enemigo: también hay que saber verlo y no perderlo de vista jamás. Todavía algunos podrán ser testigos de cómo los pollos les vacían los ojos a los cadáveres de sus hijos antes de poner a su disposición los propios, húmedos y arrepentidos. Porque eso es lo que quedará de todo esto llamado “hombre”: arrepentimiento, aunque tardío.

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