15.10.09

Ay qué miedo

Cuando comienzan las tradicionales y muy jaenonchas “quejas de barra” hacia la gestión política y administrativa del lugar, tengo por costumbre recitar en voz alta la ficha técnica completa de “Pipi Calzaslargas” y la fórmula de los peores geles de baño que uno se aprende mientras hace caca, entre otros zumba-zumba que me impidan atender a lo cobardica, acomodaticio, repetitivo, resignado e inútil (sobre todo inútil) que implica esa forma de pataleo. La queja de barra desahogará, yo no digo que no, pero no sirve para nada más. Lo que hay que hacer es notificarlas, publicarlas tal y como las escupes (bueno, o parecido) y para eso están las cartas al director de los periódicos. Lo que pasa es que, claro, ay dios mío, eso hay que firmarlo con el nombre, los apellidos y el deneí, y si se enteran por ahí de que soy yo quien me quejo, me van a tomar manía y hasta puede que también zorrazo, y entonces ya no me llamarán más para trabajar con ellos, ay qué miedo, ay qué miedo. Viene esto al hilo de la valiente carta publicada ayer en este periódico, titulada “Petardos de feria” y firmada por Alma Mesa, pedazo de cantante jaenita. Si todos los artistas locales reaccionaran así ante la dejadez y el chapuceo municipal creeríamos mucho más en las cuitas que nos cuentan.

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