Antes de ir mañana a la feria iremos al cementerio cogidos de la mano a rezar dos Padretuyos y tres Aventarías ante nuestros nichos juntitos y aún calientes. Tú, de gitana conversa; yo, de lacayo servil. Tras las oraciones nos sentaremos un rato en un banco de plástico, entre los panteones y los cuervos, a comernos los pistachos y las gominolas del aperitivo con que nos desayunamos todos los días para seguir en silencio y mirarnos las pestañas en busca de motitas y de pitarras, porque quien desayuna eso no puede hacer más que amarse, callar y mantenerse limpios los ojos que se ha de comer la tierra y el gusano Perico. Tal vez me lleve la petaca con el licor de moras que nos repugna, pero no estoy seguro, ya veré. Esperaremos así, en silencio, a que pase una vieja enlutada de hijo de su sangre para reírnos de ella y denigrarla con insultos muy tiernos y también festivos. Y entonces sí, nos iremos a la feria, caminando y sin cogernos ya de la mano, yo detrás de ti, mirándote el culo, y tú con tu cojera, cantando en inglés esas canciones francesas que te enseñaron en Sevilla dos malagueños de Austria sin cejas ni devoción. El ferial vivirá bullente, así que no tardaremos en perdernos para siempre entre el gentío. Es la feria que este año te propongo. Adiós.
10.10.08
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