A uno lo que le pasa es que está falto de cariño —como esos perrillos birriosos que agachan las orejas cuando te acercas a ellos porque se creen que les vas a pegar un tozolón—, por lo cual basta con que, nada más llegar, lo reciban a uno en la caseta con un bacardicola en cristal, un sombrero para taparse la calva —que se liga más sin calva— y el “caramba, carambita, carambirulí” obsequio del señor pinchadiscos, que se llama Diyei, para ser agradecido y contarles a ustedes en este fin de fiesta, corazones, que la caseta del pub Talismán y CC OO ha pegado el pelotazo de marcha y gentío durante la semana sanluquesa que hoy lloramos, por tan corta, en la que las criaturas jaenitas siguen sin ser tontas y acuden a donde hay buen filete. Suele pasar: tú coges a unos cuantos rojos de esos sindicalistas, con su don de gentes piquetero, los alías con la experiencia hostelera de uno de los pubes decanos de mi generación, le arreas sus buenas bimbás de mojitos alejados del aguachirle y lo que te sale es un casetón en el que dejarte las prótesis, de bailar, y la libido, de mirar tetacas y ombligos, sobre todo ombligos, a poder ser sin ensartar, que me da cosa. Y nada más. Ya mañana vuelvo a la mala follá.
18.10.07
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