11.5.10

Mairena

Venga, a ver, que tengo un ratillo, yo te lo traduzco: lo que quiere decir el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán —y cualquier político— con eso de que “hay que rescatar la política y trasladar confianza” es que tienen que evitar que se note que la cagan. Que cagarla la van a seguir cagando, según costumbre, tal y como funcionan hoy las ideologías en su inexistencia o en su corrupción; pero que hay que trabajar más para no cagarla tan descaradamente, para engañarnos con mejor tino y eficacia, para que no sepamos de la misa la mitad, ni el principio, ni el final, ese final de las misas que suele terminar a hostias. Por ejemplo, la crisis. El problema para un político gobernante no es que el ciudadano padezca una crisis, sino verse acorralado por la situación y no tener más remedio que reconocer el estado de ruina, el cual, si los mecanismos de partido y Gobierno hubiesen funcionado bien, sería perfectamente negable o, en todo caso, disimulable. Esa es una tarea que ellos hacen con la punta de la pichulina. Con decir que es la oposición la que exagera para desgastar, cumplen y se van a casa tan contentones, a comer centollos. Eso es lo que Griñán, el Pepe que sustituye al Manolo y al Gaspar, quiso decir el otro día en Mairena del Aljarafe, provincia de Sevilla.

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