18.12.09

Microcámaras

Sepa dios cuántas microcámaras nos habrán grabado y nos seguirán grabando la meada, el de cuerpo y hasta cosas peores en retretes públicos. Cuando digo “cosas peores” me refiero a eso que hace la gente –yo no, ¿eh?, y usted tampoco–, como pegar mocos en los baldosines, darse un agüilla en los bajos porque acabas de ligar, meterse una loncha, chupar la escobilla u orinarse las manos para que no se agrieten, como el Azarías de Los santos inocentes. Sepa dios. Y lo que se estarán riendo de nosotros por ahí los espías de nuestras intimidades: que si cucha qué cosa más fea, eso no se lo tocaría yo ni con un palo, que si mira qué porretuda la tiene, parece un hisopo, y que si anda qué guarrilla es fulanita, con la cara de monja que gasta. Ay qué apuro y qué sofocación, señor mío. Qué peligro de tecnología. Lo de Cazorla se ha destapado, probablemente, por el chivatazo de alguien que estaba al tanto, huele a eso; pero, siendo tan chiquitillas las cámaras, que caben en un enchufe, el delito, en otros casos, puede continuar ignoto hasta que el delincuente se aburra o fallezca, eso si no le deja los trastos del tinglado a algún discípulo con sus mismas aficiones marranduzcas. Mi más sincero pésame a las mujeres que, aunque decentemente, hayan usado ese váter cazorludo.

No hay comentarios: