3.4.09

Del cliticlí

Vamos a intervenir, saquemos al ruedo público los bancos y la cajica de ahorros de cada uno, que se les empolve de albero la atención al cliente, ay mi banco, ay mi caja, ay mis dinerillos sagrados y mejor ganados que nadie. Si funciona tu banco, funciona tu corazón. Hay mucho de salud en la caja, y las vajillas y las agendas y los mantones de Manila que regalan por meterles candela euraca son partes de urgencias que describen una sintomatología mostrenca de sonrisas satisfechas. El señor cajero es tu amigo y tu amante, la señorita cajera es tu novia y tu churri, cuánto los queremos y qué faltita nos hacen, mira qué bien huele su producto, su amor, sus besos a ritmo del cliticlí y del chirrido de la impresora que te pone al día la cartilla. El Gobierno ha de sacar los bancos a la calle, pero antes nos tienen que dar tiempo a extraer nosotros nuestra sangre de las cuentas corrientes, incluso de las poco corrientes, que las hay. Nadie se fía del Gobierno, que cuando hurga en bancos y cajas lo mismo se está pensando un “corralito”, una cuadra, un gallinero sin ponedero ni soberbias cluecas silenciosas. La crisis es inmune a los bancos, los bancos son inmunes a la crisis, lo malo es que después la realidad nos pega en los morros y nos los deja torcidos, torcidísimos.

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