9.3.09

El pene

¡Maldición! ¿Y qué vamos a hacer ahora con militares sin pene? ¿Qué puede hacer un país con un ejército castrado? ¿No les bastaba a estos modernos de ahora con haber llenado nuestros cuarteles de charis, maripilis y encarnitas? Ay dios mío de mi vida y de mi corazón, que estamos abocados a una soldadesca de costura y neceser, a una marcialidad con meneo de cadera, a un ardor guerrero que hojea la Vogue y chilla histérico a Los Vivancos. Y lo peor es que no sólo es del pene de lo que pueden carecer nuestros mozos para ingresar tan ricamente en el ejército, igual que los que portan su licencia de hombres en regla. ¡También de huevos! En un país donde las órdenes se han cumplido toda la vida por el mero y sano respeto a la entrepierna, a los melenudos y morenos colgantes, catapún, ahora sargentos en tanga y cabos furrieles meando sentados. Verás qué pronto nos van a quitar España los enemigos: los franceses, los portugueses, los moros, los andorranos... Todos nuestros enemigos a la vez, repartiéndose España. ¡A esos, a esos, que no tienen chorrina! No les hará falta pegar un tiro, nos matarán de vergüenza. Lo peor de una derrota es el choteo del vencedor. Si don José Millán Astray levantara la cabeza... Pues se la cortarían a cachitos, claro.

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