15.1.08

Karames, el actor

Y qué me dicen de la actuación de Miguel Ángel Karames en la segunda, más seca y menos monárquica inauguración del teatro, el sábado, recitando a Gabriel Celaya a modo de prólogo al quejío tremendo de Carmen Linares. Estuvo grande, el gachón, soberbio, que se dice. Nos rizó los pelos de la sangre. Porque ser actor es fácil, basta con que la gente te haya visto por la tele y lo sepa; pero ser un buen actor, un actor de raza, sólo se logra cuando, pese a la distancia, allí subido en los arribotas del “Infanta Leonor”, el tío miraba directamente a los ojos del público, que son los tuyos propios y los de cada uno, un solo ojo compuesto de muchos. Para hacer eso hay que ser y saber, además de estar y sentirse. Karames es de Jaén, pero no un aficionado, mira tú por dónde: se formó en Sevilla y lleva años en lo suyo (también como actor de doblaje), pateándose los viajes a ninguna parte de los escenarios, tanto españoles como internacionales: ver su Otelo, de la compañía “Cámara negra”, que obtuvo en 2003 el Primer Premio del XIX Festival Theatertage Am See de Friedichshafen (Alemania), entre otros muchos. Ahora lo tenemos aquí, currando, y hay que aprovecharse del lujo, tan inmerecido a veces.

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