1.11.07

El nuevo San Pablo

Nueve meses llevo esperando para escribir esta columna. Acojonadillo, hoy la escribo. No, no soy padre (creo). Se trata de algo mucho más grave. Dónde va a parar. Les cuento: el día 23 de febrero de 2007 recibí en mi domicilio habitual la carta de un atento lector que, con nombre, apellidos y dirección, se molestó en escribirme a mano y con una caligrafía impoluta quince folios, quince, para decirme que yo seré el nuevo San Pablo y que ayer, día 31 de octubre, a las 20 horas, el sol emitiría calores sofocantes, las lluvias desaforadas nos inundarían hasta el gaznate y un huracán tremendamente maléfico nos mandaría a todos a tomar viento, menos a mí, al nuevo San Pablo, ya digo, quien por fin vería a Dios, creería en él y se consagraría a su ministerio por las tierras del mundo. Toma castaña. No crean que llevo nueve meses tomándome esa carta a broma. Todo lo contrario. Anoche no me acosté y, de amanecida, me asomé a la ventana y vi que algo no era normal: había unas nubes extrañas, demasiado negras, demasiado cenicientas. ¿Las vieron? Me asusté. Les aseguro que me asusté mucho. La profecía parecía tomar forma. Sin embargo, hoy seguimos vivos. Y no me explico por qué.

1 comentario:

Sir Alsen Bert dijo...

Le leí a mi padre el artículo en el Manila y no se lo creía. Se descojonaba y sólo me repetía "nene, este es el del Abuelo, ¿verdad?"
Yo me tronchaba...
Ah, a ver si actualizas los enlaces, joder, que no tienes ningún blog mío ahí. Los que tienes pasaron a mejor vida. Cawentó...
Te envío las direcciones por correo para que cuando saques un hueco -son dos minutos- me los actualices.
¡Si te da la gana!

Saludos.