Comienza a palpitar el coloso, a desperezarse, pronto empezará a rugir y los pequeños comerciantes de Jaén ya están temblando y desorbitando los ojos como los nativos de las películas de King-Kong cuando sienten la presencia inmensa del goriláncano. El Cortinglés casi ha llegado a la aldea jaenita, unos pocos metros lo separan, así que, de momento, vamos a ir desahogándonos con el top-manta, que no es más que un chimpancé, un tití, un monicaco asustadizo y fácilmente pateable. Que lo repriman con más contundencia, a ver qué se han creído. Comprendo al pequeño comercio, su miedo a la oscuridad, que esta Navidad pretende aliviarse prendiendo más antorchas en las calles del poblado; pero lo suyo con los manteros es que suena demasiado a la reacción del encargadillo abroncado por el jefazo. Me explico: cuando el jefazo amedrenta al encargadillo, el encargadillo la paga con el recadero hasta la humillación. Es eso y así es. El Cortinglés funcionará incluso si no le dan luz —ya la sacará él del éter si es preciso—, mientras que las tiendecitas hacen acopio de más velas y los vendedores callejeros se calan el gorro de borra hasta los hombros. Eso sí, con dos agujeritos para vigilar.
15.11.07
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