12.10.07

Feria en el casco viejo: Consuelo

Me da a mí que, desde chiquitillo, el hijo del Tito Adri ya tenía pensado abrir algún día su Café del Consuelo en el callejón donde se crió. Él se salía a jugar, callejón arriba, callejón abajo, y de pronto se paraba y, rascándose la barbilla, acaso el cogote, acaso la barbilla y el cogote a la vez, extrañaba el gesto y se decía: “Aquí falta algo, me cago en el copetín, aquí falta algo”, pero como no daba con lo que era, decidía olvidarse del asunto y seguir jugando. Hasta que un día lo descubrió. Lo que le faltaba al callejón del Arco del Consuelo era lo que aparentemente no pedía el callejón del Arco del Consuelo: la destaberna, cucha tú: un local destabernado que embutir en la galería tabernuda de siempre, un conciliatorio entre las viejas y nuevas generaciones de ese tobogán de vinazo y Palomino al que ayer llamábamos pedanía jaenita, el abrazo amalgamado de las músicas del mundo con la del Fari, que en paz descanse, el garito que hoy destaca por destascado y en el que, sobre todo, eso que se llama café y, más que nada, los copazos de después de tapear con la rubiaca enana, caen mejor que la siesta que sacrificas y le ahorras al pikolín de tus meneos, dónde va a parar, tú hazme caso a mí, nene.

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