19.12.05

Cuando se extingan los ceniceros

Aquí, con lo aficionados que somos a demandar, que llevamos al “jujao” hasta a Paco Lobatón, con la de perdidos que encontró ese hombre, vamos a tener ahora un paraíso a cuento de la ley antitabaco de la ministra esa que no puedo ver ni en pintura, la tía, que es que sale por la tele y me da el arroz. Lo de entretenidos que van a estar los bares a partir de enero, ahora que los casi siempre chinchosos no fumadores pueden despotricar a sus anchas contra la minoría del gueto fumoso y miserable en el que nos meten, sin un solo derecho reconocido. En el cotillón de Nochevieja mismamente pueden empezar a practicar en cuanto se terminen de tragar la duodécima uva. “Feliz año nuevo, sí, paz, amor y prosperidad, vale, deme usted un besico, abuela, felicidades a todos; pero, o apagan ustedes los cigarros o le meto un puro al local que pa qué, conque ya lo saben”. Y la de gente que aprovechará para irse sin pagar cuando tenga que salirse a la puerta a echar un pito. Ay, qué sanos vamos a lucir, pero con cuánto mal gusto van a despojar ciertos ambientes del decorado de humazo, ese romanticismo que sólo los fumadores entendemos, apreciamos y amamos, patrimonio de las noches perdidas.

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