2.11.05

Los esqueletos hacen el cocido

Se cantaba en mi barrio una cancioncilla infantil de mucho chiste, que, sin embargo, había que entonar con voz engolada, con voz de dar susto: “Los esqueletos salen de sus tumbas, se tiran cuescos y todo retumba, tumbas por allí ih ih, tumbas por allá ah ah, tumbas, tumbas, jajajajajá...”. Y también decía: “Los esqueletos hacen el cocido con la cabeza de un recién nacido...”, pero bueno, eso es meternos ya en gastronomías demasiado exóticas y tal vez no muy gratas al buen gusto. Éste de los Difuntos es un día que siempre me ha complacido, yo enciendo mi palomica flotante en aceite de oliva virgen extra, sin usar, que luego apesta la casa a fritanga de boquerones, y me pongo en la mesa un crisantemo fresco, el cual acaricio con voluptuosidad. Por la mañana voy al cementerio y después al mercado, dos lugares donde mejor se le toma el pulso y el cariño a las ciudades, y luego, por la tarde, tengo cita todos los años con unas señoras mayores que huelen a Maderas de Oriente y que, sin quitarse el bolso del regazo, convocan ánimas sin ojos alrededor de una mesa, de un anís y de unos huesos de santo que saben a “La Deliciosa” y a podredumbre lentísima. Oih, me lo paso más bien...

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