Fuera de cámaras y micrófonos, me pregunto cuál será el tono de las conversaciones entre el Gobierno y la Iglesia católica. Esta semana se ha pasado por aquí el Tarsicio Bertone, que es un curaco de los gordos del Vaticano, quien, junto al nuncio de Su Santidad el Benedicto, quería saber qué diantre está pasando en España con eso del aborto y otros pecadillos. Yo no creo que en esas reuniones vayan a convencerse de nada unos a otros —de hecho nunca llegan a acuerdos, sólo a “buenas relaciones”—, así que lo único que dichos encuentros les suponen al ciudadano es el gasto en protocolo, las leches manchadas y los mostachones que seguramente se toman mientras cascan de chalaúras, puede que también algún copazo de coñac. Lo mismo los curacos insinúan a De la Vega que el infierno la está esperando, pero no creo que a la vicepresidenta le preocupe esto mucho, con el cuajo que se gasta esa señora, que es como la tita culta y viajada y sufrida que todos tenemos, la que en vez de Colacao nos daba Eco, de chaveas. Lo mejor sería que, antes de meterse en esas faenas infructuosas, el curaco le preguntara a Zapatero en las mismas escaleretas de La Moncloa: “A ver, ¿usted cree en Dios?”. Si es que sí, vamos para adentro. Si es que no, aquí hemos terminado.
6.2.09
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