Dónde va a parar un ajo chino si lo comparamos con un ajo de Jamilena. Ustedes sabrán perdonarme —porque en el fondo son buenos— el chovinismo, pero, donde se ponga un ajo jamilenúo, que se metan los chinos sus ajos por el ojete. Hagan el favor de dejarse un momento de sanildefonseces y pónganse a preocuparse por esto: por el ajo autóctono frente al ajo chinorro que nos invade. El jueves pasado, las 25 asociaciones que componen la Mesa Nacional del Ajo se reunieron en Jamilena para ver qué hacemos con la competencia desleal china, y aunque sólo sea por el hecho de que exista una Mesa Nacional del Ajo —qué cosa más graciosa y más orgullosa, sí señor, al margen del olor de los alientos que han de cruzarse en esa mesa— deberíamos apoyarla todos y untarnos en el ajo que nos conviene, ser racistas contra el chino ajero y no permitir, en la medida de nuestras posibilidades, que una cabeza de dientes maoístas y así como con sueño penetre en nuestros hogares. De los chinos, los platos de cartón, las Vírgenes luminosas y los sujetavelas; pero no los ajos. Y conste que uno no tiene negocios ajeros y que tampoco sabe muy bien por qué aboga por esto del ajo como si fuera un articulista correcto cualquiera, pero así están las cosas, ¿pasa algo?
22.12.08
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